El especial momento en el que vivimos de confinamiento por el COVID-19 nos lleva a reorganizar nuestra vida y también nuestras relaciones de familia. Puede que esta problemática influya para fortalecer estos lazos familiares o puede que los deteriore. Debe contemplarse desde una perspectiva temporal, pues este atípico y duro período finalizará y se iniciará otro que conllevará una nueva adaptación. En muchos casos, la familia volverá a la normalidad, o bien a una normalidad diferente, pero manteniendo ese espíritu de unión y de continuidad. En otros casos, puede surgir una problemática familiar que, probablemente ya existía o que, de no existir, no ha superado esta dura prueba. Si algún resultado hemos de extraer de esta dramática experiencia es la capacidad de las personas para aprehender la realidad y actuar en consecuencia. La mediación es un sistema de resolución del conflicto que ayuda a las personas inmersas en una ruptura familiar a explicar sus problemas, a exteriorizar sus emociones, a oír y escuchar -que no es lo mismo- a la otra parte y ser capaces de llegar a acuerdos cuando hay hijos e hijas en común. Con ello, no se pretende asimilar la mediación a una terapia, pero puede tener efectos terapéuticos. La mediación es viable cuando las personas implicadas tienen la responsabilidad de entenderse entre ellas, sin intervención de terceros que decidan por ellos (el juez) y, como bien lo define la Dra. Cristina Merino Ortiz, en su libro “La Mediación Familiar en Situaciones Asimétricas”: La mediación tiene como objetivo principal buscar el acuerdo, centrándose en los intereses y no en las posiciones. Ello significa que la comunicación es entre las propias partes y orientada a identificar los intereses y necesidades, sin tener en cuenta el factor relacional. Los objetivos de la mediación son: *. Separar la persona del problema. *. Basarse en criterios objetivos. *. Crear opciones de beneficio mutuo. Debe partirse de la premisa que una ruptura familiar, en si misma, es una pérdida, por tanto, los conceptos “ganar” o “perder” dejan de tener sentido. También es posible que todos los problemas que se han originado con una situación límite como la que vivimos, una vez expuestos y razonados, se encuentre de nuevo la vía de la pervivencia de la relación y, por tanto, de la familia. Desde nuestra perspectiva, la mediación es el mejor camino para transitar desde una situación familiar a una relación correcta entre personas que han compartido sus vidas y que seguirán compartiendo su bien más preciado que son sus hijos. Ello no obsta para que cada parte tenga su propio abogado que le aconseje y que le acompañe durante el proceso de mediación y que, al final, incoe el correspondiente procedimiento judicial para la homologación de los acuerdos a los que se ha llegado.
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Noviembre 2020
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